VULCANO ES EL HEFESTO ROMANO

MITOLOGÍA UNIVERSAL Capítulo 14, XII Parte

Una serie de fábulas, recogidas a través de los tiempos, y propaladas de generación en generación, nos muestra la diversidad de leyendas en las que se ha visto envuelto el dios Hefesto/Vulcano. De entre éstas, acaso la más importante, debido a lo trascendente de tal hecho, es aquella que atribuye a la célebre deidad la confección de una especie de muñecos de oro, tan semejantes a los propios mortales que no pocos, de entre los autores clásicos, los han identificado con los verdaderos seres humanos y su creación.

Los romanos, no obstante, siguen la tradición griega y consideran a Hefesto como el dios que ellos apodaban Vulcano, y al que confieren el poder sobre el fuego.

El propio rayo poderoso de Zeus/Júpiter sería obra de Vulcano. También el resplandeciente y suntuoso carro del Sol sería obra de tan maravilloso artífice. Vulcano siempre aparecía, en definitiva, relacionado con el fuego y su poder; aunque algunos poetas romanos de la época clásica —entre los que se encuentra Ovidio con su obra "La Eneida"— asocian a Vulcano también con la fuerza de las tormentas y sus relámpagos, de los volcanes y sus estruendosas erupciones y de los terremotos y su fuerza destructora. En no pocas ocasiones se le ha identificado con el mismo Helios/Sol.

No han faltado quienes asociaran a Vulcano con el agua y, en tal caso, se le reconocía como a la deidad que personificaba las aguas del famoso río Tíber, que regaba la región del Lacio con su abundante caudal.

Los romanos también reconocían a Vulcano como el dios salvador en tiempos de conflictos bélicos; lo cual implica que rechazaban la representatividad de Marte en este campo; y en todo caso estaba considerado como un dios útil y al que se le veneraba porque se esperaban de él dádivas y dones relacionados con lo práctico y con lo material. Por ejemplo, era Vulcano quien tenía capacidad para extinguir un incendio y, también, para provocarlo.

Según de que zona se tratara Vulcano tenía, para los romanos, uno u otro sentido. Por ejemplo, en las regiones de Lípari, Sicilia y Etruria, era reconocido como dios del fuego, y como el forjador de hierro que nadie podía imitar. Habitaba en las mismas entrañas del volcán Etna, y en sus profundidades tenía la ígnea fragua alimentada con innumerables hornos en los que el fuego permanecía continuamente avivado.

En algunos de los territorios conquistados por los romanos, por ejemplo en la Galia, se adoraba a Vulcano también como dios del fuego, y como personificación de los volcanes, los rayos y la luz enceguecedora de Helios/Sol. Lo cual indicaría, en todo caso, el mahometismo de los vencidos respecto a los conquistadores de sus territorios.

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