UNA RED INVISIBLE

MITOLOGÍA UNIVERSAL Capítulo 14, XI Parte

Pero Hefesto/Vulcano tuvo otras experiencias, también dolorosas para él, relacionadas con hermosas mujeres. Había sido Zeus, el rey del Olimpo, quien le había dado a Afrodita/Venus por esposa y aunque ésta, en un principio no había aceptado de buen grado tal decisión — debido a la fealdad y la cojera de su futuro marido —, no por ello veía con malos ojos al "ilustre cojo de ambos pies", una vez que ya lo había conocido y tratado.

Mas la belleza de Afrodita no pasaba inadvertida para el resto de los dioses y, una y otra vez, era asediada por pretendientes egregios. Bien es verdad que la propia diosa no oponía excesiva resistencia ante ciertas solicitudes. Tal vez fue el caso de sus amores con Ares/Marte, el cual fue presa de tal obnubilación ante los encantos de Afrodita/Venus que decidió hacerla su amante y olvidar que era la esposa del mejor y más trabajador de los herreros que en el mundo, y en la leyenda, han sido.

Hefesto/Vulcano supo enseguida el engaño de que era objeto por parte de su hermosa esposa —pues, al decir de los narradores clásicos, era informado al punto por el Sol que, desde las alturas, todo lo escudriñaba—, y decidió comprobar por sí mismo hasta donde llegaba tal encandilamiento, y si éste era pasajero o, por el contrario, tenía trazas de perpetuarse en el tiempo.

Fue de este modo como llegó a sorprenderlos "uno en brazos del otro"; y, así, ya desde una perspectiva objetiva, concluyó que les daría un escarmiento, pues no podía soportar tal escarnio con pasividad. Es cierto que los demás dioses del Olimpo se reían y mofaban en sus propias narices, a causa de la infidelidad de que era objeto por parte de su mujer, pero esto no le preocupaba lo más mínimo a Hefesto/Vulcano. Lo que verdaderamente le importaba era la forma de hallar la mejor manera de escarmentar a los dos amantes. Pero ¿cómo enfrentarse con Ares/Marte, si era nada menos que el dios de la guerra? Quedaba claro que retar a su oponente a un combate cuerpo a cuerpo significaba la total derrota de Hefesto. Había que buscar, por tanto, otro método más hábil y práctico.

Y fue así como el ingenio del "ilustre cojo de ambos pies" se agudizó en extremo. Y concibió un plan a su propia medida, lleno de arte e imaginación. A tal efecto, se dispuso a mezclar metales de diversas propiedades y procedencia. Con ellos fundidos logró fabricar una red de textura invisible que tenía, no obstante, el poder de inmovilizar a quienes cayeren atrapados bajo sus imperceptibles y finas mallas.

Como, en una ocasión, el Sol desde lo alto avisara a Hefesto de la presencia de Marte y Afrodita en cierto recóndito y escondido lugar, el "ilustre Cojo" fue allí y arrojó su red sobre ellos. Al punto de quedarse presos por invisibles hilos, y Hefesto corrió a avisar a todos los demás dioses del Olimpo para que contemplaran el amancebamiento de ambos amantes. Luego que llegaron al lugar prorrumpieron en atronantes carcajadas, a la vista de tan febril espectáculo. Afrodita/Venus sintió tal vergüenza que, en cuanto se vio libre, huyó de aquel lugar y de aquel amante.

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