EL FRUTO DE LA VID

MITOLOGÍA UNIVERSAL Capítulo 14, X Parte

Antes de acudir al más avisado de los herreros, al "ilustre cojo de ambos pies", los dioses del Olimpo probaron todos los métodos que imaginarse pueda, tendientes a conseguir la liberación de Hera.

Todo fue inútil, y ni siquiera el poderoso rayo de Zeus lograba mellar las cadenas que había fabricado Hefesto/Vulcano. Nadie conocía la aleación de los metales empleados, ni las proporciones de la mezcla. Y, así, se hacía imposible cualquier lucubración al respecto y el consiguiente logro de resultado satisfactorio alguno.

Después de reunirse durante algún tiempo, los dioses del Olimpo decidieron pedir a Hefesto que regresara a la montaña idílica, de la cual había sido expulsado tiempo atrás sin miramiento alguno, es decir, de una patada.

Pero Hefesto no aceptó la invitación de las deidades olímpicas, pues consideraba que no actuaban por propio convencimiento, sino coaccionados —en su opinión— por la magnitud de los hechos y por el poder que sobre todos ejercía la protagonista principal. Por lo demás, él sabía que fue ayer mismo, por así decirlo, cuando se reían de su pinta externa y de su cojera; y, así, decidió no satisfacer los requerimientos de los dioses del Olimpo.

Entonces, éstos, maquinaron un plan que alcanzaría los resultados esperados. Decidieron encargar su ejecución a Dioniso, considerado como el descubridor del vino, quien fue a visitar a Hefesto a su colosal fragua. Este, a causa del calor que allí dentro hacía, aceptó la bebida que su acompañante le ofrecía y la saboreo con fruición. Entonces, y según cuentan las leyendas clásicas, se sintió pleno de euforia y acompañó a Dioniso hasta el Olimpo. Entró montado sobre un asno y al punto se dirigió al lugar en donde Hera estaba encadenada y, con sabia mano, soltó todas las ataduras de su reluciente trono, por lo que la diosa quedó libre de la red y las cadenas, las cuales yacían amontonadas en el suelo. Madre e hijo vivieron, desde entonces, reconciliados y en armonía.

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