UN TRONO CON CADENAS

MITOLOGÍA UNIVERSAL Capítulo 14, IX Parte

Hefesto, al sentirse relegado al olvido por su propia madre, buscó la manera de escarmentar a Hera por haber cometido tan deplorable acción.

Es así como construyó un trono hermoso y reluciente, y tan cómodo, que incitaba a sentarse a todo aquel que lo mirara. Se lo envió como regalo a su propia madre y, ésta, al momento se sintió atraída por tan singular sillón.

Se sentó plácidamente y notó sus efectos relajantes; permaneció así, en actitud meditativa y serena, por espacio indescriptible, y ni siquiera se percataba del paso del tiempo.

Más, cuando se dispuso a levantarse del mullido asiento, experimentó una tirantez que la impedía todo movimiento. Al punto comprobó que unas, hasta entonces invisibles, cadenas la cubrían por doquier y formaban como una especie de tupida red que la aprisionaba con sus mallas de metal noble.

Hera ensayó todo tipo de tretas y artimañas para librarse de los efectos de semejante invento. Más de nada le sirvieron; todo su saber resultaba inútil y vano ante tan insólita situación. Ya estaba pensando en resignarse, mientras pedía ayuda a los demás dioses del Olimpo, cuando cayó en la cuenta de que sólo Hefesto/Vulcano era capaz de construir tan sofisticado trono. Pensó que todo aquello formaba parte de un plan que su propio hijo había urdido para vengarse de ella. Recordó, entonces, su mal comportamiento para con él y, al sentirse atrapada, suplicó al resto de las deidades que intercedieran ante Hefesto/Vulcano para liberarla de tan apretadas ataduras.

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