UNA DIVINIDAD DE SEGUNDA FILA

MITOLOGÍA UNIVERSAL Capítulo 9, XIV Parte

En la capital imperial, Minerva estaba como una muestra de reflexión y de estudio, pero con la importación de los mitos, deformados por quienes traen a Roma a una muy específica Atenea, la definitiva Minerva acaba por hacerse siempre presente como una mujer destinada al culto de las batallas, erguida y desafiante, siempre con su casco de guerra, con su escudo y su brazo armado. Aunque la tradición helénica nos hablaba de una bondadosa dama, que había aprendido en su infancia la dura lección de la sangre, de la que se decía que pedía a Zeus sus armas sólo cuando se había rechazado la paz; en su nuevo papel de avanzadilla religiosa de un imperio siempre orgulloso de sus soldados, ahora ya se encuentra definitivamente alejada del estudio y las bellas artes, de la invención de barcos y carros, de los útiles de labranza y de industrias domésticas: su papel en la sociedad latina es el de guerrera celestial, aliada a la suerte de sus ejércitos. La primitiva protectora de las profesiones liberales, la pacífica y sabia Minerva, se queda fuera del contexto de partida y pasa a la lucha permanente, pero en segundo plano, tras muchas otras divinidades masculinas y femeninas que la ganan en prestigio y en fervor popular, y son otras quienes ocupan su puesto como diosas tutelares de las faenas domésticas y del trabajo, de la misericordia y de la intercesión pacificadora.

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