A SU PROPIA IMAGEN Y SEMEJANZA

MITOLOGÍA UNIVERSAL Capítulo 2

También observaban que a su alrededor existía una variedad de cosas que, según podían comprobar habitualmente, ellos no controlaban. Por ejemplo, veían que ningún mortal podía mover el viento, ni parar al huracán, ni provocar el bravo oleaje del mar, ni frenar la erupción de un volcán, ni hacer el día o la noche, ni apagar el brillo de las estrellas.

De este modo, imaginaron la existencia de otros seres superiores y poderosos, a los que revistieron con los propios atributos humanos pero que, no obstante, sobrepasan con creces toda medida, canon o norma conocidos.

Así, los dioses superaban a los hombres en estatura y en belleza, y aunque su aspecto externo se asemeja en lo corporal al de los humanos, sin embargo, su vigor era tal que si, por ejemplo, el gran Zeus, padre de todos los dioses,

"sacude sus divinos bucles"

como dicen los poetas grecolatinos que recogieron las hazañas y andanzas de los dioses en sus obras,

"tiembla el Olimpo entero”

De tres zancadas salva enormes distancias Poseidón —el dios del mar—, a quien las aguas le abren camino cuando se lo ordena.

En unos instantes la diosa de las artes, Atenea, es capaz de saltar del Olimpo a las mismas playas de Itaca.

Todo lo que hacen los mortales y los humanos es advertido por el poderoso Zeus que, desde su trono en el Olimpo, vigila con persistencia.

Los dioses tienen las mismas necesidades que los humanos. Necesitan descansar y alimentarse, aunque pueden aguantar mucho más tiempo que los mortales sin comer ni beber. El néctar y la ambrosía constituyen su único alimento. También se cubren con vestidos de hermosas y ricas telas y, en su elección y diseño, participan ninfas y diosas.

La vista de los dioses llega mucho más allá que la de cualquier mortal. Su oído es tan aguzado que no tiene límites pues, desde los más recónditos y apartados lugares, se les dirigen preces y súplicas sin que por ello sea requerida su presencia.

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