INMORTALES Y PUROS

MITOLOGÍA UNIVERSAL Capítulo 3

Aunque los dioses tenían un cuerpo similar al de los seres humanos, sin embargo no nacían, crecían o se desarrollaban como ellos.

El mismo Apolo, por ejemplo, en cuanto Temis —personificación de las leyes sagradas y de la conducta a seguir— se dispone a darle por primera vez el néctar y la ambrosía, pasa de recién nacido a joven en unas pocas horas. Pleno de facultades, elige como atributos, para no abandonarlos nunca, a su arco y a su lira.

Lo mismo sucede con Hermes o Mercurio, dios del comercio y de las transacciones monetarias y de quienes practican las artes liberales, que apenas acababa de nacer cuando ya intentó robarle los rebaños al propio Apolo, el cetro al poderoso Zeus, el tridente a Artemisa y el ceñidor a Afrodita. Esto hace que también se le considere el dios de los ladrones y embaucadores. A pesar de que también intentó robarle el rayo a Zeus y, al quemarse, tuvo que cejar en su empeño, el rey de los dioses le perdonó y hasta lo trajo al Olimpo para que actuara como su asesor y consejero. Claro que antes ya había derribado a Eros o Cupido para quitarle las flechas y el carcaj, lo cual puede explicar la falta de afecto y amor en determinadas épocas históricas.

Sin embargo, la mayor ventaja que los dioses poseen sobre los humanos no es, solamente, su eterna juventud y belleza y la total ausencia en ellos de cualquier enfermedad o dolencia, sino su eterna prestancia, su inmortalidad. Los dioses no envejecen, ni pierden facultades, físicas o espirituales, ni mueren. He aquí las grandes diferencias entre ellos y los humanos.

Aunque, en alguna ocasión, los dioses podían cometer alguna fechoría derivada de la envidia o de los celos, lo cierto es que aborrecían toda injusticia y toda maldad: despreciaban lo impuro y castigaban a los humanos que infringían las normas morales y éticas.

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