EL ENCANTO DEL OLIMPO

MITOLOGÍA UNIVERSAL Capítulo 4, I Parte

La alabanza de algunos lugares, cargados de seducción y embeleso, no cesa. Una y otra vez renacen en la historia; mas ninguno igualará al Olimpo, la gran montaña enclavada en los confines de macizos y cordilleras inaccesibles y recónditas.

Además del Olimpo de Tesalia —cuya cima se hallaba a tres mil metros de altura, por lo que siempre se encontraba cubierto de nieve,

"el nevado Olimpo"

y oculto por las nubes—, en Grecia, acotado por cadenas montañosas como la de Ossa, y por profundas gargantas como la de Selemvria, había también otros lugares que se asociaban con la fantástica morada de las deidades poderosas. El primero de estos sitios se hallaba a la vera del terso lago de Apolonia, en la región de Misia. El segundo en Chipre, el tercero en Elide y, finalmente, en cuarto lugar se ha mencionado a la idílica tierra de la Arcadia. La altura de todos los montes reseñados era superior a dos mil metros y, para llegar a sus escarpadas crestas, los dioses se

"remontaban por los aires hasta alcanzar las alturas del Olimpo"

El Olimpo, no obstante, se constituye en la primera "utopía" (vocablo que literalmente significa "no hay lugar") de todos los tiempos:

En el pórtico del Olimpo se sientan los dioses para celebrar consejo. Un aura dorada los envuelve y protege, pues

"la Aurora de azafranados velos se esparcía ya por toda la tierra cuando Zeus, amo del trueno, reunió la asamblea de dioses en la más alta de las cumbres del Olimpo"

Siempre se retorna al Olimpo, pues sólo allí se encuentra la serenidad después de la excitación, la calma después de la tormenta...

"Ayer fue Zeus al Océano, al país de los probos etíopes, para asistir a un banquete, y todos los dioses le siguieron. De aquí a doce días volverá al Olimpo"

En el Olimpo se encuentra el lecho del grande y poderoso Zeus. Oigamos lo que nos dice el cantor Homero al respecto:

"Más cuando la fúlgida luz del sol llegó al ocaso, los dioses fueron a recogerse a sus respectivos palacios que había construido Hefesto, el ilustre cojo de ambos pies, con sabia inteligencia. Zeus Olímpico, fulminador, se encaminó al lecho donde acostumbraba dormir cuando el dulce sueño le vencía. Subió y acostóse: y a su lado descansó Juno, la de áureo trono"

El Olimpo es también el lugar ideal para saborear el exquisito manjar la ambrosía, y el dulce néctar —licor delicioso— que, consumidos por los dioses, hacen que éstos se mantengan eternamente jóvenes. El propio Hefesto, en ocasiones, se encarga de llenar las cráteras o grandes ánforas, y servir "el dulce néctar" a las demás deidades:

"Hefesto se puso a escanciar dulce néctar para las otras deidades, sacándolo de la crátera, y una risa inextinguible se alzó entre los bienaventurados dioses al ver con qué afán les servía en el palacio"

Las jóvenes ninfas acuden al Olimpo para suplicar al gran Zeus. También los humanos recaban ayuda de los dioses del Olimpo y solicitan su ayuda, pues desde allí se decide la suerte de los hombres. Así, todo se halla sometido a los dioses del Olimpo.

El Olimpo se extiende y se ensancha, y llega hasta la región del éter, por encima de los astros visibles, con lo cual nada podrán ya los elementos, ni subirá la Aurora para anunciar el día a los dioses, ni existirá frontera ninguna que acote la mansión de las deidades. En el verso 412 del canto II de "La Ilíada" podemos leer lo siguiente:

"¡Zeus poderosísimo, que amontonas las sombrías nubes y vives en el éter!"

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