MORADA DE DIOSES

MITOLOGÍA UNIVERSAL Capítulo 4, II Parte

En el Olimpo tienen los dioses sus palacios majestuosos y sus mansiones suntuosas. De entre todas las edificaciones destaca, por su grandiosidad, el hermoso palacio del gran Zeus, padre de los dioses y de los humanos. Había sido construido por Hefesto, el dios del fuego, y ocupaba un lugar privilegiado.

También otras deidades, que moraban en los picachos y crestas del Olimpo, tenían palacios en tan idílico lugar.

El Olimpo era, por lo demás, el sitio apropiado para que las asambleas de los dioses se llevaran a cabo con la presencia de las deidades superiores y de segundo orden. La falda del Olimpo estaba ocupada por efebos, ninfas, héroes y musas.

En el Olimpo no sólo deliberan los dioses, sino que también se divierten y entretienen. El espléndido palacio de Zeus los acoge, en ocasiones, para comer en comunidad. Hebe —la diosa de la juventud— les servirá el suave licor o néctar, pues tal es la misión que su padre Zeus le ha encomendado. Más, un día fatídico, la hermosa Hebe no puede con el jarro atestado de líquido y se le resbala de sus finas y delicadas manos, rompiéndose en mil pedazos. Este contratiempo traerá consigo la expulsión de Hebe, por parte de Zeus, en presencia de los demás dioses. A partir de ahora un bello muchacho la sustituirá; se trata del joven efebo Ganímedes, conocido como "el copero de los dioses", y el más bello de los mortales.

Durante sus ágapes y banquetes, los dioses escuchaban la cítara melodiosa de Apolo y las dulces canciones de las nueve musas, las cuales habían llegado al Olimpo en el caballo Pegaso que, merced a sus alas, alcanzaba velocidades de vértigo. En cuanto a Apolo, personifica la claridad y la luz y era hijo de Zeus. Era, después de éste, el más importante de los dioses del Olimpo y preservaba a los mortales de la oscuridad y del crimen.

Apolo siempre llevaba su lira en la mano y, en una ocasión, colocó dos orejas de burro al legendario rey Midas —aquél que había pedido como deseo a los dioses que le concedieran el don de convertir en oro todo lo que tocara; la consecuencia directa fue que tuvo que retractarse, pues de lo contrario se hubiera muerto de hambre, ya que el oro no servía como alimento— porque éste había manifestado que prefería la música de la flauta de otros dioses al sonido armonioso de la lira de Apolo.

Las diferentes deidades, para mantener en lo posible su similitud con los humanos, se encuentran unidos en el Olimpo y forman una comunidad celestial, al frente de la cual se encuentra Zeus, rey de los dioses y padre de los hombres. Los dioses de los océanos y de las aguas deben obediencia a Poseidón y los dioses del mundo subterráneo y de la tierra se encuentran a las órdenes de Hades —dios de las profundidades y de los muertos— al que los mortales no le llamaban por su nombre, cuando desarrollaban ritos en su honor, por miedo a encolerizarlo. Preferían llamarle Plutón "El Rico", porque todos los metales de la tierra le pertenecían, o Clímeno "El Ilustre"; epíteto o título —este último— que se usaba con la sola intención de adularlo.

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