EXPULSION DEL OLIMPO

MITOLOGÍA UNIVERSAL Capítulo 4, III Parte

Al igual que la sociedad de los humanos, también la comunidad de los dioses se halla repleta de episodios que conllevan desavenencias e intrigas.

En algunos casos, el castigo impuesto es la prohibición de seguir morando en el Olimpo, como una especie de destierro. Pero existen ocasiones en que sólo la ley del más fuerte prevalecerá y, por lo mismo, se hace necesario el empleo de la fuerza. Un ejemplo de esto último lo constituye el mito de los malos vientos, muy especialmente el personificado por el monstruo Tifón que, según las leyendas, nació a ras de las fuertes desavenencias y discusiones, habidas en el Olimpo, entre Zeus y su esposa Hera, considerada como la reina del Olimpo. Esta se enfureció tanto a causa de la burla de que era objeto por parte de Zeus —que siempre buscaba otros amores— que, en un arrebato de celos, engendró al monstruo. Su cuerpo es tan gigantesco que ningún humano, ni hijo de la tierra, le iguala en talla.

Tifón, además, pegaba con su cabeza en las estrellas, y su voluminosa figura era superior a los más grandes montes. Si extendía sus extremidades superiores, con una mano llegaba hasta oriente y con otra hasta occidente. Sus dedos y sus piernas estaban compuestos por cabezas de serpientes y víboras. Su cuerpo era alado y por sus ojos despedía fuego.

Tifón infundía tanto miedo que todos los dioses huían al verle; sólo el poderoso Zeus se atrevía a enfrentarse con él. Le hirió con sus rayos y con su garfio de acero pero, sin embargo, no consiguió abatirle por completo. El monstruo Tifón, por su parte, consiguió infligir un duro golpe a Zeus, al cortarle sus tendones. Los ocultó en una piel de oso y encargó su custodia al dragón Delfine, mientras el propio Tifón se encargaba de encerrar en una cueva de la región de Cilicia al dios Zeus.

Pero Hermes —que, como ya sabemos, se daba muy buena maña para robar—, en compañía de Pan —dios de los rebaños y que recorría los montes de forma veloz, sin tener necesidad de descanso—, recuperó los tendones. Ambos lograron colocarlos de nuevo en el cuerpo del divino Zeus y, al punto, éste recobró toda su fuerza y persiguió a Tifón hasta conseguir vencerlo por completo. Lo sepultó debajo del volcán Etna y, según cuentan los relatores de mitos, desde entonces cada vez que aquél entra en erupción es como si el monstruo Tifón vomitara fuego y azufre.

Un ejemplo de expulsión del Olimpo lo encontramos en la leyenda de Ate, deidad de la discordia; ésta habría conseguido, por medio de intrigas, que Hera lograra engañar a Zeus evitando, así, que el trono de Argos fuera para Heracles/Hércules, el más grande de los héroes de entonces. Más, cuando el embuste fue descubierto por el padre de los dioses y de los hombres, la cólera se apoderó de él y expulsó, con malos modos, del Olimpo, a la malévola Ate. Desde entonces, anda errante por los lugares de los humanos y se la conoce como inspiradora del daño y el mal.

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