PACTO ENTRE CABALLEROS

MITOLOGÍA UNIVERSAL Capítulo 12, V Parte

La oscuridad de la noche protegía la atrevida acción de Hermes/Mercurio que, no obstante, había previsto su hurto con todo detalle. Para que sus posibles seguidores no pudieran encontrarle se entretenía en borrar todo vestigio de su hazaña. Y, así, obligaba a las reses a caminar de un extraño modo "haciendo que las pezuñas de delante marchen hacia atrás y las de atrás hacia adelante, y andando él mismo, al conducirlas, de espaldas"

También urdió otros métodos que bien pudieran clasificarse de sofisticados. Entre ellos está el de atar ramas, arrancadas de frondosos árboles, a los rabos de los animales para que, al arrastrarlas por el suelo, se borraran las marcas de sus pezuñas.

Como ya el día comenzara a clarear, el insigne ladrón esconde a los animales en una cueva y regresa velozmente a su criba.

Pero Apolo, que poseía el arte de la adivinación, supo enseguida quien había sido el ladrón del ganado de los dioses. Aunque Hermes negó una y otra vez su autoría, la pericia de Apolo al interrogarle puso en claro la verdad de los hechos. Con gran disimulo, y viéndose descubierto, Hermes comenzó a tocar un instrumento de su invención, que él mismo había fabricado y, cuyo melodioso sonido, atrajo la atención de Apolo. Viendo Hermes el interés con que aquél escuchaba, se lo regaló, y, al punto, se hicieron amigos. Apolo le dio a cambio su cayado de oro y, desde entonces, nunca más se perjudicaron; en lo sucesivo, éste sería el dios de la música, mientras que su amigo Hermes detentaría la protección de los rebaños y manadas, y se le conocería con el epíteto de Hermes "el de áurea vara".

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