FABULA DEL ROBO DE LOS BUEYES

MITOLOGÍA UNIVERSAL Capítulo 12, IV Parte

Cuentan las crónicas que Hermes/Mercurio tan sólo era un recién nacido cuando, sin ayuda de nadie, saltó del harnero o criba —lugar en el que lo había depositado su madre, Maya, para que le sirviera como cuna, no sin haberse asegurado antes de envolverlo y fajarlo convenientemente— y se dispuso a corretear por campos y prados.

El tiempo transcurrió raudo y veloz, el sol ya se ocultaba en el ocaso y Hermes decidió conservar un recuerdo de los valles y tierras por los que había pasado.

Y, así, urdió un plan tendente a conseguir sus pretensiones, las cuales no eran otras más que llevarse consigo los mejores bueyes de la cabaña de los dioses que, a la sazón, pastaban por aquellos lugares al cuidado de un guardián excepcional, el mismísimo Apolo. Aunque éste, en esos momentos, se afanaba en otros menesteres cualitativamente diferentes de la tarea que se le había encomendado —algunos narradores de mitos explican que Apolo intentaba convencer a una bella ninfa de lo maravillosa que podía ser su compañía y de lo nocivo que, de todo punto, resultaba la soledad y la renuncia a los placeres del amor.

La ocasión fue aprovechada por Hermes/Mercurio, pues no en vano tenía fama de sagaz, y casi en un abrir y cerrar de ojos separó cincuenta de los mejores ejemplares de bueyes, con lo que la manada quedó sensiblemente mermada, y los arreó por vericuetos y caminos, apenas transitados, sin más ayuda que su espabilado y talentoso ingenio.

No hay comentarios: