NEPTUNO, DE LAS NUBES A LOS MARES

MITOLOGÍA UNIVERSAL Capítulo 18, XVII Parte

Neptuno es originalmente un dios romano de las nubes y, por consiguiente, de la lluvia, y así se mantiene hasta el año 399 a. C., cuando se decide la importación del culto a Poseidón desde Grecia, o desde las colonias griegas de Sicilia, pobladas evidentemente por navegantes griegos que tendrían buen cuidado de contentar al dios marino en provecho propio y de su comercio, y se traslada entonces la divinidad de las aguas aéreas a todas las aguas, pero con predominio de las marinas, de ese Mare Nostrum a cuyas orillas se va edificando el grandioso imperio. La idea de elevar a Neptuno a su última categoría parte de una lectura sacra de los libros sibilinos, en los que se quiere ver el mandato de su consagración y equiparación con el poderoso dios heleno, del mismo modo que se acta para con Deméter y Dioniso. Se trataba, en principio, de un espíritu benéfico y eminentemente campesino, como la mayoría de los habitantes del panteón latino, y como tal se le festejaba oportunamente en las alturas del estío, el día 23 de julio, la Neptunalia, con la idea pragmáticamente romana de que contentando al dios de la lluvia, se puede lograr el milagro de las lluvias tardías, las que aplaquen los efectos del sol veraniego y traigan algo de agua a los campos resecos de la península italiana. Más tarde, cuando se le equipara al rango de señor de los mares, toda expedición o empresa marítima es taba precedida por el culto y por la realización de los sacrificios rituales a Neptuno. Como dios de la armada romana, tenía en la misma capital del Imperio, en el corazón de la Roma militar, un templo muy particular, levantado por orden de Agripa en su honor en el Campo de Marte. La existencia de este templo, en un lugar tan exclusivo y prestigioso, demuestra claramente la categoría y la importancia de su culto desde el punto de vista de la vida oficial romana.

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