MENSAJERAS DE LOS DIOSES

MITOLOGÍA UNIVERSAL Capítulo 22, V Parte

Así, con el rapto de las huérfanas de Pandáreo, las Arpías demostraban su maldad, ya que actuaban de un modo siniestro y nefasto, por el placer de la maldad, y lo hacían de un modo artero, aprovechando la ausencia de la bella y poderosa Afrodita, cuando ella ya se había decidido a marchar al Olimpo, para pedir a Zeus maridos para las buenas huérfanas, ya que ellas estaban bajo la piadosa tutela de las grandes diosas Afrodita, Artemis, Atenea y Hera, después de que el mismo Zeus hubiera acabado con la vida de sus padres, como castigo por el robo, por parte de Pandáreo, del perro de oro que cuidó al niño Zeus, cuando su padre Cronos le buscaba para asesinarle. Pero toda esta maldad pretendida de las Arpías se desvanece si consideramos que fue Zeus quien dio la orden de que, mientras Afrodita se deroga a su presencia, se castigara a las tres hijas del ladrón, para expiar las culpas heredadas. Definitivamente, fue largo y poco afortunado el camino que siguieron las criaturas, desde el transporte de almas desgraciadas al de seres malvados, pasando por la personificación de los vientos de la tempestad. Pero, aunque las Arpías tuvieron tan mala fama, se dice que una de ellas, en su unión con Poseidón, dio vida al primer corcel que recibieron los hombres como regalo, o que la Arpía Podargé, según Homero, en su unión con Céfiro, dio vida a los caballos de Aquiles, con lo que se las deja entrar en la categoría de divinidades positivas, ya que el caballo era el bien más preciado para el hombre eminente de la antigüedad, ya fuera príncipe, político, propietario o guerrero. También se consideraba que las Arpías, tan hijas de Taumas y la bella Electra como Iris, eran mujeres de largas cabelleras rubias y hermosas proporciones, con la sagrada misión de llevar los criminales condenados hasta su reclusión en el infierno, para allí dejarlos confinados bajo la inflexible vigilancia de las Erinias. Pero, sobre todo, si ahora comentamos su ajetreada existencia dentro de la mitología, es porque —ante todo— las Arpías jamás fueron otra cosa que cumplidas mensajeras de los designios divinos.

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