LAS ARPIAS

MITOLOGÍA UNIVERSAL Capítulo 22, IV Parte

Aunque en nuestros días esta palabra nos traiga la imagen inequívoca de unos odiosos seres femeninos a medias, de unas pseudomujeres de características monstruosas y de malvadas intenciones, las arpías fueron, al menos en su origen griego, unas bondadosas y arriesgadas divinidades aladas que se aventuraban en el interior, en lo más recóndito de los infiernos para, al vuelo, arrancar al dios de la tinieblas sus presas y rescatarlas, devolviéndolas a su mundo perdido. La palabra que las designa significa "arrebatadoras" y esa definición aclara bien su cometido original de ladronas de almas en sufrimiento. Pero al ser adscritas a los elementos en acción, como imagen divinizada de los vientos huracanados, su papel se transformó en el de un peligro, en el de una fuerza brutal de la naturaleza; así pasaron a ser unas criaturas pálidas como el frío de su viento; con unos pavorosos rasgos, tan terribles como su fuerza destructora; unos seres temidos por ser tan voraces como la tormenta que todo lo arranca y destrozable de unos monstruos implacables, de unos monstruos que terminaron siendo los demonios alados que amenizaban los relatos de los míticos viajeros marinos, que sólo pensaban en comerse a sus víctimas, o en personajes que cambiaron de bando y terminaron por ser ellas las portadoras de víctimas inocentes para los moradores de los infiernos, como cuando se cuenta que las Arpías fueron quienes llevaron a las infelices hijas de Pandáreo y Harmótoe a las Erinies, para que éstas las tuvieran sometidas a la esclavitud.

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