LAS FURIAS

MITOLOGÍA UNIVERSAL Capítulo 21, XIV Parte

De entre las criaturas infernales, las Furias —también llamadas Erinias—sobresalen por amor hacia sus funciones y misiones. Se encargaban de castigar a quienes denostaran la institución familiar, y llevaban a cabo la venganza que los mortales olvidaban. También tenían encomendado el reparto equitativo de los castigos.

Eran deidades cuyo origen tuvo lugar en la tierra que la sangre de Urano regara, después que Cronos hubo seccionado sus órganos reproductores con una guadaña fabricada de diamantes. Sus figuras aladas, con cuerpo de mujer de oscura piel, y con sus cabezas repletas de serpientes enroscadas, imponían temor al contemplarlas. Siempre portaban en sus manos antorchas, cuchillos y látigos, para mejor llevar a cabo su cometido. En realidad cumplían con el deber de protectoras de la disciplina y el orden en el mundo de los mortales. Las asociaciones diversas, así como la célula más simple del en tramado social, cual es la familia, gozaban de la protección efectiva de las Furias. Perseguían, de manera especial, a los criminales y asesinos y, en este sentido, aparecen como protagonistas de algunas historias míticas que relatan hechos luctuosos y terribles. Por ejemplo, aceptan intervenir cuando Meleagro —uno de los héroes que participó en la expedición de los argonautas— mata, en el fragor de una discusión, a sus tíos. Las Furias aconsejaron a Clitemnestra que matara a su marido para que, este, no se percatara de la infidelidad de aquella. Clitemnestra era la esposa de Agamenón y, en ausencia de su marido a causa de la guerra de Troya, mantuvo relaciones íntimas con un primo suyo. Al regreso de Agamenón decidió asesinarlo para que nunca llegara a saber que su mujer había cometido adulterio. Mas, Orestes, hijo de ambos, viviría para vengar la muerte de su padre y, en cuanto se le presenta la ocasión, mata a su madre. Las Furias lo perseguirán por este criminal acto y se verá obligado a huir de ellas durante toda su vida.

Las Furias tenían su morada en el mundo subterráneo e infernal que constituía los dominios de Hades. Sólo abandonan la morada del Averno cuando los mortales enuncian un conjuro en su nombre. Por lo general no se las nombra en vano para no provocar su cólera. En ocasiones se emplean epítetos como por ejemplo "las Bondadosas" (Euménides) o "las Venerables" (Semnas).

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