LA MANZANA DE LA DISCORDIA

MITOLOGÍA UNIVERSAL Capítulo 8, IX Parte

Sin embargo, el episodio más conocido y comentado y el que, tal vez, ha dado más fama a Hera y su genio brusco es el denominado comúnmente "Juicio de Paris".

El veredicto contrario a la diosa Hera hace que ésta aparezca embravecida: "tenía en el alma aquel juicio de Paris y la injuria y dura afrenta de su belleza entonces despreciada."

Todo comenzó en los desposorios de Tetis y Peleo, a los que todos los dioses fueron invitados. Sólo la Discordia/Eride fue excluida de la fiesta. Acaso por temor a que trajera consigo —pues se la consideraba como la provocadora de las guerras— los atributos que producían desavenencias y animadversión entre dioses y humanos.

Lo cierto es que la Discordia/Eride, dolida por la marginación a la que se vio sometida, arrojó con despecho y rabia una manzana entre los invitados. Este fruto, según la amonestación hecha por la Discordia, debería ser degustado por la más hermosa de las deidades presentes. Y, lo que es aún más grave, semejante episodio provocar la guerra de Troya, pues no se pondrán de acuerdo las diosas consideradas más bellas sobre cuál de ellas superaba en hermosura a las demás. Por tanto, no parecía tan fácil dilucidar un asunto tan nimio en apariencia. Pero lo que sí quedaba claro era que, una vez más, la Discordia había hecho gala de sus atribuciones. Esta, al arrojar la manzana de oro entre todos los invitados al casamiento de tan ilustres personajes, había escrito, había escrito para la más hermosa y aquí, precisamente, empezaría el desacuerdo entre las más cualificadas aspirantes a semejante título. El litigio se planteó entre Hera, Afrodita y Atenea

Se tomó, entonces, el acuerdo de que fuera el hijo del rey de Troya —es decir, Paris— quien juzgara sobre el particular. El joven príncipe, que se había hecho célebre por su destreza en los juegos públicos, y también por su belleza, consideró que la más hermosa de las tres diosas era Afrodita. De nada sirvieron las promesas que, a modo de soborno, le habían hecho Atenea y Hera. Esta le concedía el dominio sobre el universo, aquélla le ponía en contacto con la sabiduría y su poder sobre la ignorancia. Pero Afrodita/Venus, que conocía la debilidad de Paris por la belleza femenina, le prometió que le ayudaría a conseguir la más hermosa de las mujeres. Esta no era otra que la esposa de Menelao, es decir, la bella Helena, titular del trono de Esparta, y a quien todos consideraban la más bella del mundo. Paris no dudó ni un instante en cuál de los tres presentes le convenía más, y de este modo decidió que la manzana de oro debía corresponder a Afrodita/Venus.

El disgusto y la cólera de la diosa Hera no se hicieron esperar; desde ese mismo momento, se enemistó con Paris y Afrodita, y, además, se propuso desbaratar los planes que ambos habían maquinado para raptar a Helena. A tal fin, fabricó un fantasma, una imagen, similar a la figura real de la bella Helena y mientras Paris creía haberla arrebatado y seducido, la verdadera Helena viajaba, en compañía de Hermes, hacia la tierra egipcia, en donde sería cuidada y custodiada por el rey Proteo.

Mas, según cuentan las crónicas, Paris, ayudado en todo momento por Afrodita, no sólo consiguió raptar a Helena, sino que también se llevó los tesoros que Menelao —el esposo de la bella Helena— tenía guardados en su reino de Esparta.

Cuando el engaño y la rapiña fueron descubiertos, Menelao declaró la guerra a Troya y reunió a numerosos y expertos guerreros que zarparon en sesenta naves al mando del gran Agamenón, hermano de aquél y rey de Argos.

Uno de los episodios más destacados de la guerra de Troya será aquel en el que se enfrentan Menelao y Paris, en combate cuerpo a cuerpo. A punto estuvo el primero de acabar para siempre con el segundo, de no ser por Afrodita que, para salvar a su protegido Paris, provocó una nube de polvo que hizo alejar a Menelao y su ejército del campo de batalla.

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