LA ARGOLIDE, ULTIMO OBJETIVO

MITOLOGÍA UNIVERSAL Capítulo 18, XIV Parte

En la Argólide, en el terreno de su cuñada Hera, la dura y vengativa esposa de su hermano Zeus, Poseidón plantó de nuevo batalla a una divinidad tan poderosa como él. Estaba visto que lo que ansiaba, más que el dominio de una parte de la tierra, era conseguir el público reconocimiento de su poder sobre sus iguales; por ello buscaba rivales de tanta categoría en sus ofuscadas pugnas. No quería saber nada de arbitrajes, ya que tan mal le habían resultado y quiso atacar y vencer por sorpresa, pero le falló también este plan y se tuvo que contentar a la fuerza con un consejo arbitral de los ríos de la Argólide, puesto en pie por el siempre atento Zeus. Para evitarse incidentes, Zeus hizo prometer al insistente hermano que se abstuviera de utilizar sus mares en contra de la Argólide, olvidándose de ese método tan innoble de asustar a los mortales, que poco tenían que ver con sus estúpidas rabietas. Empezó la vista de la causa y los tres ríos elegidos para el tribunal, los muy serios Asterión, Cefiso e Inaco, no tuvieron que cavilar en demasía para establecer la improcedencia de la pretensión de dominio presentada por el dios del Océano. Pues bien, la sentencia llenó de ira a Poseidón, pero éste tuvo que limitarse a aceptar el veredicto y a hacer que sabía cumplir la promesa y no barrió con sus aguas las tierras en pleito, pero actuó con su habitual rencor, e hizo gala de una perversa malicia, obrando deslealmente a la inversa: secó los tres ríos que tan desfavorablemente habían actuado para sus intereses.

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