OTRAS DISPUTAS TERRITORIALES

MITOLOGÍA UNIVERSAL Capítulo 18, XIII Parte

No cesó Poseidón en sus ansias de posesión del suelo seco y en su anhelo por presentar nueva batalla a su vencedora Atenea. Decididamente, era un rey terco y poco inteligente, pues debería haber aprendido la lección con el incidente de Atenas, pero no era la cordura su fuerte y, tan pronto se repuso del fracaso experimentado, volvió a la carga, esta vez tratando de hacerse con el control de la ciudad de Trecén. Zeus, siempre atento a las idas y venidas de su descontento hermano, dispuso que la ciudad fuera compartida a partes iguales por Poseidón y Atenea, pero esa decisión no agradó a ninguno de los dos, ya que no resultaba fácil la coexistencia del diunvirato en paz y armonía. Irritado con el episodio, Poseidón puso sus ojos en Corinto y trató de quitársela a Helios, pero se nombró al imponente gigante Briareus como juez de la querella y éste refrendó la posesión legítima de Helios sobre su acrópolis, dejándole el istmo para que se tranquilizara. De poco valió la maniobra y el más enfadado dios salió de allí con el peor de los genios, y se fue a Egina, posesión que era de su hermano, el poderoso Zeus. Todavía peor elección, a Zeus no se le podía ganar por la mano. Mucho más obstinado que nunca, Poseidón fue ahora a Naxos, a intentar quitarle la propiedad de la maravillosa isla a Dioniso, y el resultado fue el ya habitual fracaso y el aumento de sus irrefrenables deseos de desquite. Sin pensárselo demasiado, el terco Poseidón se decidió en la siguiente ocasión por probar su suerte con Apolo y su sagrado Delfos. No consiguió más que el ridículo, pero volvió a insistir, ya completamente ajeno a la realidad y, para terminar de rematar su serie de baldíos esfuerzos, decidió terminar por probar el ataque con ayuda de una nueva táctica, con la esperanza de reparar los errores del pasado y obtener una victoria rotunda que borrase el recuerdo de sus fiascos.

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