EL PODER CURATIVO DE APOLO

MITOLOGÍA UNIVERSAL Capítulo 10, XIV Parte

Son muchos los héroes y luchadores que saben de los poderes que Apolo tiene sobre los distintos males que aquejan a la salud y sobre la forma en que cura las diferentes heridas infligidas en los campos de batalla.

Por esto mismo, en cuanto se encuentran heridos por el enemigo, enseguida claman a Apolo/Febo para que, mediante su poder sobre la enfermedad y el dolor, sane sus cuerpos malheridos.

Homero nos ofrece varias muestras de esa capacidad curadora que el dios Apolo/Febo poseía, y en la que creían a pies juntillas, por así decirlo, los más renombrados guerreros. Tal es el episodio que muestra el arrojado guerrero Glauco que cae herido, durante la guerra de Troya, al intentar socorrer a su amigo Sarpedón. Al momento dirige sus súplicas al dios Apolo, y también, al instante, son atendidas por el dios, con lo que Glauco queda curado de sus heridas, las cuales habían sido causadas por las armas de su oponente Teucro. Aunque logra rescatar el cadáver de su compañero Sarpedón; sin embargo, como prosiguiera luchando, con posterioridad —en actitud temeraria— y defendiendo otras causas —entre ellas el intento por rescatar el cadáver de Patroclo, compañero del renombrado Aquiles y artífice directo de la muerte de Sarpedón—, halló el final postrero. Fue muerto a manos de Ayax, el más fornido y alto de los guerreros griegos, que portaba las más temibles y pesadas armas, así como el famoso escudo compuesto por una plancha de bronce forrada de al menos siete pieles de buey. Tras la muerte de Glauco, el dios Apolo se preocupó de que su cadáver no pudiera ser exhibido por ninguno de sus verdugos; para ello, llamó a los vientos y les ordenó que lo llevaran hasta Licia, la tierra que le había visto nacer y en la que había gobernado su rey Sarpedón.

El propio Zeus ordenó, también, a Apolo que trasladara el cadáver de Sarpedón hacia la tierra de Licia:

"¡Ea, querido Febo! Ve y después de sacar a Sarpedón de entre los dardos, límpiale la negra herida cubierta de oscura sangre; condúcele a un sitio lejano y lávale en la corriente de un río; úngele con ambrosía, ponle vestiduras divinas y entré galo a los veloces conductores y hermanos gemelos: el Sueño y la Muerte. Y éstos transportándolo con presteza, lo dejarán en el rico pueblo de la vasta Licia"

He aquí, por otra parte, la forma en la que Glauco clamó a Apolo/Febo para que lo curara:

"Oyeme, oh soberano, ya te halles en la opulenta Licia, ya te encuentres en Troya; pues desde cualquier lugar puedes atender y ayudar al que está afligido, como yo lo estoy ahora. Tengo esta grave herida, padezco agudos dolores en el brazo y la sangre no se seca; el hombro se entorpece, y me es imposible manejar firmemente la lanza y pelear con los enemigos ( ... ) Cúrame, oh soberano, la grave herida, adormece mis dolores y dame fortaleza para que mi voz anime a los licios a batallar y yo mismo luche en defensa del cadáver de Sarpedón"

Tal fue su plegaria, oyóle Febo/Apolo y en seguida calmó los dolores, secó la negra sangre de la herida e infundió valor en el ánimo del teucro. Glauco, al notarlo, se holgó de que el gran dios hubiese escuchado su ruego. En seguida fue por todas partes y exhortó a los capitanes licios para que combatieran en torno a Sarpedón.

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