LA LEYENDA DE UNA HERMOSA FLOR

MITOLOGÍA UNIVERSAL Capítulo 10, XV Parte

Los devaneos y amoríos de Apolo fueron innumerables. No sólo se relacionó con las más bellas ninfas y muchachas, sino que también fue protagonista de episodios en los que aparecían como actores principales efebos de gran hermosura.

Tal es el caso de Jacinto/Hiacinto, del cual se prendó e dios. Según unos, Jacinto/Hiacinto era descendiente del rey de Esparta Amiclas. Aunque otra versión le hace hijo de la hermosa musa Clío.

No sólo Apolo se había fijado en el bello efebo, sino también un joven poeta, llamado Támiris (del que se dice fue el primero que se enamoró de alguien que pertenecía a su propio sexo, por lo que se le tiene por el introductor de la Sodoma en la historia de los mortales) quien, además de su gallardo porte y de su atractivo físico, reunía cualidades, por ejemplo, relacionadas con la música no igualadas por nadie hasta entonces. Su mismo padre había sido un renombrado músico y, por lo mismo, había traspasado esta afición a su hijo Támiris.

Cuentan las leyendas que, en cuanto Apolo se constituyó en rival suyo — puesto que ambos se disputaban la amistad del efebo Jacinto/Hiacinto, se dedicó a lanzar infundios con el fin de desacreditarle ante otros músicos y ante el propio efebo. Las calumnias del dios estaban muy bien urdidas, pues mencionaban la superioridad de la voz y el canto de Támiris sobre la propia entonación de las Musas, cuando es sabido que nadie puede competir con ellas en ningún aspecto artístico.

Las Musas tomaron represalias ante semejante atrevimiento y, en unos instantes, descargaron cruel castigo sobre el desventurado Támiris. Este —por haber propalado, según el infundio de Apolo que él era capaz de vencer a las Musas con su melodiosa voz— fue alcanzado por los males que aquéllas le enviaron y perdió la vista, el habla y hasta la memoria.

De este modo, el dios Apolo se quitó de en medio limpiamente, por así decirlo, a un peligroso rival y, en lo sucesivo, podría gozar de la ansiada compañía de su amado amigo Jacinto/Hiacinto.

Mas su recién estrenada alegría pronto se volvió tristeza y pena ya que cierto día se hallaban ambos practicando el lanzamiento del disco, cuando sobrevino la catástrofe. El disco que había lanzado el dios chocó aparatosamente contra una dura roca, y desvió peligrosamente su trayectoria viniendo a estrellarse, con inusitada violencia, contra la cabeza de Jacinto/Hiacinto. El hermoso efebo murió al instante y ni siquiera el dios Apolo pudo socorrerle: sólo tuvo tiempo de transformar la sangre que manaba de la cabeza del muchacho, en una hermosa flor de color rojo púrpura que, desde entonces, para perpetuar su nombre y su recuerdo, pasaría a llamarse la Flor del Jacinto.

No hay comentarios: