EL CASTIGO SE CUMPLE

MITOLOGÍA UNIVERSAL Capítulo 20, II Parte

Los Titanes, acostumbrados a vencer, matar, despedazar, aniquilar, o llevar al cautiverio sucesivamente a los enemigos de los dioses, a los mismos dioses, a los dioses padres caídos en desgracia de los dioses, y a todos y cada uno de los habitantes del Olimpo y sus inmediaciones, siempre que así se lo ordene la autoridad competente (que es mucha y variada, a juzgar por lo amplio de su actuación en la parte más violenta de la historia celestial) llevan a cabo su tarea con eficacia y presteza. Este encargo de Hera, como es natural, es prioritario, dada la categoría mandataria, y se cumple inmediatamente. Los Titanes se ponen en marcha y van hacia los aposentos donde reposa la extraña criatura, el niño con cuernos que está adornado con una corona de serpiente. Se llegan hasta él y terminan con esa primera parte de su misión pronto, muy pronto, raptando a la criatura de su cuna y despedazándolo; los pedazos se ponen en una olla al fuego, como si se tratase de un guiso más, y se dejan hervir en un macabro proceso durante todo el tiempo que se quiso, para que fuera total la destrucción de los restos del niño, de manera que nadie pudiera encontrar parte sana del crío asesinado, ni obrar con sus desaparecidos trozos ningún prodigioso milagroso que permitiese su reconstrucción. Todo lo que iba a quedar era un granado que brotó al pie del lugar en donde fue desmenuzado el cadáver, un granado que había germinado con la sangre inocente que regó el suelo. Ya parecía que todo ese terrible proceso criminal iba a ser tal y como se había pensado en el siniestro plan pergeñado por Hera. Al menos ni Zeus ni nadie había interrumpido el siniestro plan, o se había opuesto a la conspiración.

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