LA BUENA ABUELA REA

MITOLOGÍA UNIVERSAL Capítulo 20, III Parte

Pero sí había alguien que pudo ser testigo del crimen y obrar a tiempo, impidiendo que el destino quedara sellado: la abuela Rea, la madre de la vengadora Hera, y también la madre del inconstante Zeus. La abuela Rea fue quien acudió rápidamente al lugar de los pavorosos hechos, una vez que los Titanes lo abandonaron, considerando que ya el trabajo estaba rematado. Y la buena de Rea se puso de lleno a recuperar los fragmentos de su nieto, y con ellos logró darle una forma aproximada a la que en vida había tenido. A partir de esa masa de despojos, Rea recuperó a su nieto vivo y llamó después al padre del niño resucitado, a su hijo Zeus, para que acudiese en su ayuda; él se ocupó de poner al renacido Dioniso a buen recaudo, en manos de Perséfone, la moradora de las tinieblas subterráneas, la misma que había recibido ya otras encomiendas parecidas, como aquel encargo de ocultar y cuidar al niño Adonis, tarea que tan problemática había resultado ser al final, cuando el adolescente Adonis despertó pasiones que le condujeron a su destrucción. Pero éste es otro caso, y Perséfone pasó la responsabilidad a la reina Ino y al rey Atamas o Atamante, para que ellos se encargaran de cuidar sigilosamente al niño Dioniso, en su reino de Orcomenes, escondiéndolo entre las niñas, tratando así de no despertar las sospechas de Hera, que ya estaba al tanto de la salvación y persistía en encontrar a la criatura, para terminar totalmente su empeño.

Efectivamente, la airada Hera persistió en su obcecación y trasladó el castigo a la real pareja, haciendo que Atamante enloqueciera y diese caza y muerte a un supuesto ciervo, que no era sino su propio hijo Learco, o que Ino tuviera que salir huyendo de su marido, llevando a Learco en brazos, hasta que llegó al borde del mar y en él se zambulló, salvando un delfín al desventurado Learco y quedando la blanca madre como patrona de los marinos ante las tormentas, instalada por voluntad del Olimpo en un nuevo puesto muy diferente del que ocupaba en su vida terrenal. Sea cual sea la versión que se elija, lo que sí es cierto, es que Hera no es una divinidad a la que sea fácil convencer o detener, una vez que se haya propuesto llevar a cabo cualquiera de sus complicadas y aviesas acciones de represalia, aunque a veces la voluntad de los otros pares pueda detener sus maquinaciones, como pasó con el primer intento de hacer desaparecer a Dioniso, o como ya tendremos ocasión de ver en la historia de Ino y Atamante, cuando otra vez más, la diosa no llegó a satisfacer sus malsanos deseos de venganza.

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