ALQUIMISTAS, ASTRONOMOS Y FANTASTICOS

MITOLOGÍA UNIVERSAL Capítulo 13, XII Parte

Para los alquimistas, Marte, el planeta rojo que llevaba el nombre del Ares latinizado, era también el símbolo del hierro, por ser el hierro la esencia de las armas de la guerra. Para los astrónomos, el brillante planeta cercano era sólo un misterio más, hasta que Schiaparelli creyó ver, en las borrosas imágenes de su telescopio refractor, canales, lo que se tradujo en obras artificiales que demostraban la existencia de vida inteligente. Lowel, pocos años más tarde, también a finales del portentoso siglo XIX, siguió por la ruta de la visión intencionada y dio aún más datos sobre la civilización marciana. Al final de la intensa serie de creyentes en la nueva vida interplanetaria, los escritores de la naciente y popular ciencia—ficción de nuestro siglo terminaron por establecer en Marte la morada típica de los otros seres pensantes y, claro está, hicieron de ellos unos guerreros del espacio, como los que contaba Rice Borroughs.

Desde allí, desde su base en peligro de extinción por la sequía creciente, acabaron por fijarse en la tierra azul y húmeda y finalmente, nos invadieron con la ayuda de H. G. Wells y, mucho más vívidamente, con la colaboración de la radio, en medio de la más asombrosa sugestión colectiva, a través de las palabras angustiadas y esos efectos sonoros montados por el muy joven Orson Welles, en los Estados Unidos de la segunda preguerra mundial. Después, devaluados por la despiadada y cotidiana realidad de las noticias, nos quedan los "marcianitos", que no son ya más que los divertidos e inofensivos enemigos electrónicos de las máquinas o de los ordenadores domésticos. Ahora el planeta Marte, visitado por máquinas y conocido al menos en su superficie, no es más que un cuerpo celeste frío, azotado por tormentas de arena, seco, rojizo, cercano y visitable sin más problemas que los de organizar económica y adecuadamente el tráfico de pasajeros y mercancías.

No hay comentarios: