ALFEO Y ENDIMION. DOS CASOS DIFERENTES

MITOLOGÍA UNIVERSAL Capítulo 11, XI Parte

Alfeo, hijo de Tetis, también cayó enamorado ante Artemis, pero su pasión no fue castigada en absoluto. Resulta que Alfeo, loco de amor por su dama, la fue persiguiendo por todo el litoral mediterráneo. Al final, Artemis y sus ninfas se untaron de barro sus rostros y el enamorado vio ante sí a un enjambre de ochenta y una máscaras de Iodo, entre las que no podía reconocer la soñada cara de la diosa. Todas las doncellas se rieron del confundido dios fluvial, quien no tuvo más remedio que volver a su sitio, con la convicción de que había sido ridiculizado. Desde luego, no parece que llegara a darse cuenta de que había salvado su pellejo a cambio de ser burlado. Pero Artemis tiene un momento de debilidad con el hermoso pastor Endimión. Un hermanastro suyo, hijo del prolífico Zeus y de Cálice, la ninfa. Tan hermoso era que Selene sólo tuvo que verlo (dormido en el reino nocturno de la diosa de la Luna) para enamorarse total y perdidamente de él. Ahora bien, prudente, como corresponda a su virginidad en cuanto a Artemis—Selene, la diosa se limitaba a yacer a su lado, inmóvil, besándolo en sus cerrados ojos, hasta que Endimión quedó suspendido en un sueño del que jamás iba a despertar. Hay quien dice que Endimión, temeroso de un envejecimiento que terminase con su esplendor, pidió a su padre Zeus mantenerse para siempre así, sin cambiar lo más mínimo, dormido y sin soñar en nada ni con nada. Por la magia del casto amor de Selene, o por el favor de Zeus, la advocación lunar de Artemis pasa noches y noches en la cueva en donde reposa el bellísimo y eterno joven, durmiendo junto a su platónico amor, para no incurrir en la falta imperdonable de actuar en contra de su voluntario voto de castidad. Para terminar, digamos que hay quien afirma que Endimión, presumido y osado, se propasa con la malhumorada Hera y ésta, tan enfurecida como es costumbre en ella, ordena la expulsión del mozo y su castigo al sueño intemporal. De todas las versiones que se dan del mito de Endimión y Artemis o Diana, sin duda, la más querida por los artistas ha sido la de Selene tiernamente enamorada, lógicamente, ya que añade a la diosa una dimensión sensible que la humaniza y la hace aparecer más digna de ser querida y comprendida en su rigidez, ya que ella también se obliga a prescindir de una pasión, sirviendo de ejemplo a su corte de ninfas en el Olimpo y a sus fieles mortales que viven en la tierra.

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