UNA SIBILA EN EL AVERNO

MITOLOGÍA UNIVERSAL Capítulo 21, X Parte

Cuentan las leyendas que un héroe troyano llamado Eneas se dispuso a bajar a los lugares infernales. Con tal propósito se encaminó hacia Cumas y solicitó la ayuda de su sibila, pues la fama de ésta había traspasado todas las fronteras.

Era aquel un tiempo en que el oráculo estaba regido por una hija de Glauco —dios marino que tenía el don de la profecía y la clarividencia—, que había heredado toda la sabiduría ancestral de su padre. Se dice de ella que aconsejaba, en ocasiones, al propio dios Apolo y que, a cambio, este prometió a la sibila que todo aquello que le pidiera le sería concedido. Entonces, la hija de Glauco, deseosa de alcanzar la inmortalidad, le rogó al dios Apolo que alargara su vida tantos años como granos de arena podía coger con sus manos. Y sus deseos fueron hechos realidad pero, sin embargo, se había olvidado de señalar que no transcurriera el tiempo para ella y, por tanto, le sobrevino, como a todos los mortales, la vejez y la decrepitud. Apolo, que se había dado cuenta del olvido de la sibila, y porque además se había enamorado de ella, la ofreció la juventud a cambio de ceder a sus pretensiones amorosas. No aceptó la muchacha y el tiempo, implacable, fue marchitando su, otrora, fresco y lozano cuerpo, hasta convertirlo en una especie de minúscula piltrafa que cabía dentro de una botella. De su boca salía indefectiblemente la misma frase repetida una y otra vez:

"quiero morir, quiero morir..."

La "Sibila de Cumas" acompañó a Eneas hasta las mismas puertas del Averno y echó una comida al can Cerbero que le produjo alotriosmía y sueño.

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