OTRAS VERSIONES DEL MITO

MITOLOGÍA UNIVERSAL Capítulo 9, III Parte

Otras fuentes nos relatan un amor bastante contrariado entre Zeus y Metis, la titánide esquiva. A pesar de todos los muchos trucos que empleaba el caprichoso amante celestial, Metis conseguía despistar lo una y otra vez, lo que no hacía sino aumentar los deseos de Zeus hacia la titánide y, como él era divinidad suprema, terminó por hacerse con ella y lograr su propósito. Metis quedó embarazada, pero no era tan sencillo el proceso del parto, ya que el oráculo señalaba que —en esta ocasión— Metis pariría una hembra, pero que a su siguiente embarazo se iba a engendrar el varón que destronaría a Zeus. Este, recordando lo que su padre Cronos había pasado por destruirle a él y cómo él mismo había cumplido la profecía, no lo dudó y se comió a la embarazada, con el feto de esa Atenea y todo. Pero en la curiosa digestión olímpica, el feto siguió su proceso y, al cabo del tiempo reglamentario, Zeus sintió los dolores del parto y, no sabiendo a que se debía tal penar, se tiró al lago Tritón, para aplacar en sus aguas el extraño síntoma. De nada le valió el chapuzón, ahora era la cabeza la que dolía como nunca se podría imaginar un dios. Al verlo en tan penosa situación se le acercaron sus colegas y Hermes diagnosticó certeramente la causa de la jaqueca: era un embarazo craneal. Alguno de los presentes se apiadó de Zeus y le abrió el cráneo con un golpe de maza sobre la cuña dispuesta para rajar la cabeza sagrada. Por la violenta trepanación, en una espectacular arribada al mundo mágico de los antiguos, salió la triunfante Atenea, armada de pies a cabeza y bramando como un soldado embravecido ante las filas enemigas, más que como se supone que debería gritar un nacido de varón y hembra.

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