¡OBJETO VANAMENTE AMADO... ADIOS...!

MITOLOGÍA UNIVERSAL Capítulo 8, VII Parte

La dulce Eco había llegado a un extremo como el descrito, después de agotar todos los intentos de entendimiento con el joven Narciso. Mas, por mucho que se lo propusiera, nunca llegaría a entablar conversación con éste, pues el castigo que la diosa había impuesto a aquélla hacía imposible la comunicación por medio del verbo o la palabra, y eso que la hermosa Eco tenía fama de parlanchina. Reparemos un instante en la descripción que hace Ovidio de tales avatares:

"Pues bien, viendo Eco a Narciso quedó enamorada de el y le fue siguiendo, pero sin que él se diera cuenta. Al fin decide acercársele y exponerle con ardiente palabrería su pasión. Pero... ¿como podrá, si las palabras le faltan? Por fortuna, la ocasión le fue propicia. Encontrándose solo el mancebo, desea darse cuenta por dónde pueden caminar sus acompañantes, y grita: "¿Quién está aquí?" Eco repite las últimas palabras: "... está aquí". Maravillado queda Narciso de esta voz dulcísima de quien no ve. Vuelve a gritar: "¿Dónde estás?" Eco repite... "de estás". Narciso remira, se pasma. "¿Por qué me huyes?" Eco repite: "... me huyes". Y Narciso: "¡Juntémonos!".

Mas el idilio no puede consumarse, pues Narciso se halla condenado a rechazar todo otro amor y afecto que no sean los suyos propios. Sólo se puede amar a sí mismo y ello constituye el más cruel de los castigos: "¡Desdichado yo que no puedo separarme de mi mismo! A mí me pueden amar otros, pero yo no puedo amar... ¡Ay! El dolor comienza a desanimarme. Mis fuerzas disminuyen. Voy a morir en la flor de la edad. Mas no ha de aterrarme la muerte liberadora de todos mis tormentos. Moriría triste si hubiera de sobrevivirme el objeto de mi pasión. Pero bien entiendo que vamos a perder dos almas una sola vida".


Por tanto, debemos añadir a la historia de los amores imposibles una pareja más, la formada por Eco y Narciso el propio Ovidio nos lo atestigua en la conclusión de su bello relato:

"Poco a poco Narciso fue tomando los colores finísimos de esas manzanas, coloradas por un lado, blanquecinas y doradas por otro. El ardor le consumía poco a poco. La metamorfosis duró escasos minutos. Al cabo de ellos, de Narciso no quedaba sino una rosa hermosísima, al borde de las aguas, que se seguía contemplando en el espejo sutilísimo"

Todavía se cuenta que Narciso, antes de quedar transformado, pudo exclamar "¡Objeto vanamente amado... adiós...!" Y Eco "¡...adiós!", cayendo enseguida sobre el césped, rota de amor. Las náyades, sus hermanas, le lloraron amargamente mesándose las doradas cabelleras. Las dríadas dejaron romperse en el aire sus lamentaciones. Pues bien: a los llantos y a las lamentaciones contestaba Eco... cuyo cuerpo no se pudo encontrar. Y, sin embargo, por montes y valles, en todas las partes del mundo, aún responde Eco a las últimas sílabas de toda la patética humana.

Podemos afirmar que, al decir de todos los simbolistas, la flor del narciso lleva este nombre debido a la significación ancestral del mito de Narciso, el cual tan poéticamente ha descrito el gran cantor clásico Ovidio. El narciso es símbolo de presunción, engreimiento y egolatría; y todos los simbolistas así lo interpretan.

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