LO QUE SE CUENTA DE ELLA

MITOLOGÍA UNIVERSAL Capítulo 11, VII Parte

Tras conseguir de su padre el lote de deseos, Artemis va a la isla de Lipata, invitada de Hefesto, el feo dios —herrero. A las ninfas virginales que acompañan a Artemis, les aterroriza el aspecto de los moradores de la isla, los gigantescos Cíclopes, pero la diosa ha visto que los monstruos están trabajando en su forja, cumpliendo un encargo de Poseidón, para el tiro de caballos de su carro y —al verlos trabajar tan diestramente— sabe que ellos deben ser quienes elaboren el deseado arco y el correspondiente carcaj donde guardar sus flechas. El arco tiene que ser de plata (este detalle, que ahora significa poco, es importante, puesto que la plata era más valiosa para los griegos que el oro) y ella lo necesita para ese mismo momento, así que los Cíclopes deben abandonar el encargo de Poseidón y pone manos a la obra para que Artemis tenga un arco como el de su hermano gemelo. Los herreros dudan, pero la joven les convence con la promesa de que, tan pronto el arco esté en sus manos, saldrá a cazar carne fresca y la primera presa será para ellos. La oferta se acepta y los habilidosos artesanos (encargados también de forjar los rayos de Júpiter en el Etna, en Sicilia, en la mitología romana) realizan el precioso arco para la cazadora. En realidad, más que la pieza prometida, lo que mueve a los Cíclopes a trabajar tan rápidamente es la orden recibida de su superior de que cualquier deseo de la joven sea atendido de inmediato y con exactitud.

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