DIANA EN EL ARTE

MITOLOGÍA UNIVERSAL Capítulo 11, XIII Parte

Elegimos aquí la invocación latina, porque Diana es la protagonista de la mayor parte de las representaciones artísticas, mientras que la terrible Artemio queda relegada a su terreno helénico, casi exclusivamente. Y Diana es la elegida para las más bellas pinturas, porque se presta al gran cuadro de desnudos y naturaleza, ya que ella aparece en la mayoría de los casos rodeada de sus ninfas, como si fuera inseparable de ellas, componiendo un fresco de irresistible belleza femenina del que los pintores flamencos no pueden apartarse y en el que todos los artistas de corte del barroco también se encuentran, sin poderse negar a utilizar una excusa tan graciosa para iluminar los palacios con esos cuerpos exuberantes de las divinidades, únicas figuras femeninas o masculinas que, con su desnudez, podían decorar y alegrar inocentemente los salones y los grandes corredores, sin incurrir en la crítica moralizante de la muy (in)oportuna jerarquía eclesiástica. Además, la inclusión de faunos, sátiros, Acteones y Calistos, da una nota de picardía y voyeurismo que se suma también a los grandes encantos adicionales de las escenas de caza, entretenimiento y pasión de los señores de la nobleza, con lo que se logra aumentar la carga de la historia pictórica, sin posibilidades de ser mal interpretada por los demás estrictos observadores. Sin embargo, Diana no está tan presente en la gran escultura, porque su lugar tridimensional está, preferentemente, en la porcelana y en las reproducciones en fundición, como un adorno que engalana una estancia, más que como una estatua que preside una construcción o domina un ambiente. De la trinidad de invocaciones, permanece la de una diosa juvenil y elástica que corre por sus montes y bosques, acompañada de sus perros o sus corzas, con el arco al hombro o en la mano, mientras se olvida su poder de decisión sobre la vida o la muerte, o su papel de protectora de todas las madres y de sus hijos, puesto que tiene que ceder para siempre a las divinidades oficiales cristianas.

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