CIBELES Y HESTIA. ASTUCIA MATERNA

MITOLOGÍA UNIVERSAL Capítulo 16, I Parte

Nadie tan audaz como la diosa Cibeles que, mediante un curioso ardid, logró salvar de una muerte cierta al que luego sería el más poderoso de los dioses del Olimpo.

Cuentan las más legendarias narraciones que Cronos, esposo de Cibeles/Rea, temía tanto ser destronado por uno de sus descendientes que, haciendo alarde de espantosa locura, devoraba a todos sus hijos. Sin embargo, el más pequeño de ellos fue salvado por su madre. Esta, con ocasión del nacimiento de Zeus, entregó una piedra envuelta en pañales al cruel Cronos que, sin miramiento alguno, engulló en un abrir y cerrar de ojos. El niño fue puesto en manos de las ninfas que moraban en los montes de Creta, quienes lo llevaron a una escondida gruta de su región. Allí, lo cuidaron y amamantaron con leche de una famosa cabra de nombre Amaltea, y lo protegieron hasta la edad adulta. Para que el llanto del pequeño no fuera nunca oído por el temible Cronos, los "coribantes" —fieles sacerdotes de Cibeles— tenían encomendada la delicada misión de hacer sonar cascabeles, tambores y címbalos, con cierta regularidad y, al propio tiempo, entrechocar sus escudos de metal para producir un ruido ensordecedor, capaz de anegar hasta los berridos de un niño tan especial como Zeus, que llegaría a ser el más poderoso de entre los dioses y los mortales.

Cuentan los narradores de mitos que en cuanto el niño creció se dispuso a salvar a sus hermanos para, a continuación, enfrentarse a su padre.

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