CERES ES LA DEMETER ROMANA

MITOLOGÍA UNIVERSAL Capítulo 19, XVIII Parte

Entre los romanos quedó perfectamente asimilada Ceres como diosa de la agricultura y todas sus funciones fueron idénticas a la diosa griega Deméter.

Sin embargo, también se la consideró como una diosa protectora del matrimonio y, en este sentido, existía una curiosa costumbre que consista en multar a los cónyuges que no hubieran conseguido, después de cierto tiempo, una mutua estabilidad.

Los esposos que se hubieran divorciado debían satisfacer, en el más breve plazo posible, la cantidad que se les exigiera por parte de los magistrados.

Una parte de la recaudación conseguida por el concepto apuntado debería ir a parar a la caja del templo de Ceres para así sufragar los gastos de mantenimiento y cuidado de su templo y de su culto. Sus sacerdotes —o "hierofantes"— se encargaran de distribuir y administrar ese dinero proveniente de las multas.

Los romanos celebraban las fiestas de Ceres en el mes de abril y, por lo general, duraban una semana. Todo el mundo participaba en los diversos juegos y actividades que se habían programado en honor de la diosa; el único requisito era la obligatoriedad de vestir una túnica blanca.

A estas celebraciones en honor de la diosa que bendecía las cosechas se las denominaba Cerealia y, según cuentan los narradores clásicos, se establecieron después de haber consultado los Libros Sibilinos y los oráculos aquí contenidos, referidos a la sociedad romana y su ancestro. En ellos se decía que había que introducir en Roma el culto a la diosa Ceres ya Dioniso/Baco.

Había otra fiesta en el mes de julio, que también se celebraba en honor de la diosa de la agricultura y de los campos pero, a semejanza de la "Tesmoforias" griega, sólo podían participar mujeres. Para ello, tenían que cumplir con ciertos requisitos mínimos. Por ejemplo, mantenerse célibes y puras durante nueve días, cubrir su cuerpo con albas vestiduras largas y adornar su cabeza con coronas hechas de las espigas de la cosecha que ese año se consagraba a Ceres.

Estaba prescrito que todas las primicias del fruto de la tierra tenían que ser llevadas ante el altar de la diosa para, de este modo, agradecer la protección de que habían sido objeto por parte de la alabada Ceres. La diosa maternal de la tierra que daba a los mortales el pan, alimento único y necesario; símbolo, por lo demás, del necesario equilibrio del espíritu.

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