ARES Y COMPAÑIA

MITOLOGÍA UNIVERSAL Capítulo 13, II Parte

Queda claro que Ares no gozó, ni siquiera, del cariño de sus padres y tampoco llegó a poder hacerse comprender entre sus muy complicados compañeros del cielo, entre los que había todo ese surtido tan sorprendente de caprichos y rarezas que configuran la telaraña mitológica. Aunque la maldad o la crueldad de Ares no es única, tampoco es un caso de actuación en solitario, los griegos colocan a Eris o Eride, la hermana, junto a Ares en la misma escala de malicia. Es ella la que difunde la discordia entre los dioses y los humanos, porque ella representa la discordia.

Su tarea es la elaboración de rumores, de inquinas, de celos. Su trabajo consiste en hacer que las malas artes de su imaginación y su experiencia, esos mensajes voluntariamente envenenados se transformen en causas remotas de las guerras y de los odios, como semillas bien colocadas por la malsana habilidad de la siempre presente hermana. También Ares hace lo posible por llenar el hueco y combina astucias para aumentar el daño. Junto a ellos va siempre el siniestro grupo de sus hijos respectivos, formado por Enio, la hija de Eride, divinidad de la guerra, y los dos hijos varones de Ares: Deimos, escudero de Enio y personificación del espanto y el otro escudero de Enio, Fobos, la representación del miedo. Hay que decir que tan mala era la fama de los hermanos guerreros Ares y Eride, que los griegos adjudicaban a la pareja un origen tracio para subrayar que se trataba de dioses propios de la gente de la lejana Tracia, una comarca rústica y primitiva, como si así se sacudieran de encima la responsabilidad de aceptar en el Olimpo a unas divinidades tan poco afortunadas, tan poco dignas de ser atenienses.

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