ESPECTACULAR SOBRE TODO

MITOLOGÍA UNIVERSAL Capítulo 18, II Parte

Pero Poseidón es, antes que nada, hasta antes que un dios de la primera e insuperable categoría divina, un muy peligroso e inestable elemento, un carácter inconfundible en la galería de los muy caprichosos entes producidos por la grandiosidad del entorno olímpico. Se trata de un espectacular y airado jefe, uno de esos tipos magníficos e inaguantables del Olimpo; uno de esos veleidosos e intemperantes jefes de la grey celestial, que tan pronto marcan las leyes, como deciden inventarse las mejores y más sonoras transgresiones. Poseidón se encuentra en esa privilegiada parte de la eternidad en la que los grandes se pueden permitir el constante lujo de mostrar su diferencia, su desmesura, en las acciones pequeñas y en los grandes asuntos. Poseidón, terrible ser de los mares, desea, continuamente, pasar a poseer la tierra de la que partió y entra repetidamente en pugna con sus compañeros. No le basta ser el soberano del Océano, de abajo arriba, de lo conocido y desconocido de los mares. No le basta ser el precursor en algo tan importante como es la doma y la utilización del caballo, ni ser querido y respetado por haberse convertido en su generoso donante a la humanidad; no le deben ser suficientes sus riquezas, su poder sobre los elementos ni siquiera su fastuoso palacio del Egeo. Poseidón quiere volver a tierra y en ella pasa la mayor parte de su reinado, entre pleitos inútiles, cosechando más y más fracasos en su pugna sostenida a ultranza por un innecesario dominio de la parte emergida del planeta. Cuando una y otra vez le falla la maniobra, cuando queda sin satisfacer el capricho, el dios del mar utiliza las tormentas y la fuerza de sus olas para barrer las costas, para tratar de vengarse, o de atemorizar —al menos— a los inocentes ciudadanos de tierra adentro, pero eso no es más que una rabieta y nada consigue, que no sea el repudio de sus iguales. De nuevo el enrabiscado y frustrado soberano marino debe regresar a su terreno, para tratar de aprender a contentarse con lo mucho que le tocó en suerte en el reparto entre los tres hermanos; con sus mares, en compañía de su corte de divinidades menores, de las legiones de sirenas, tritones, nereidas, oceánidas, hespérides, etc.

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